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Foto del escritorLuis Marty

El lenguaje como generador de confianza y seguridad en el deporte y en la vida

Durante mi primera etapa de formación en Coaching obtuve muchos aprendizajes valiosos. Entre ellos, hoy me gustaría destacar el del lenguaje como generador de cambio, compromiso, confianza y motivación, tanto en el deporte como en la vida. La forma en la que nos expresamos influye de manera directa o indirecta en la realidad, en nuestro día a día.


El Coaching ontológico es una corriente de pensamiento basada en aprender a aprender a través del pensamiento y el lenguaje, teniendo en cuenta que ambos factores tienen una incidencia notable y directa en las emociones. Obviamente, nuestro rendimiento y, por ende, el éxito en el cumplimiento de nuestros objetivos dependerá en gran medida de nuestra habilidad para gestionar eficazmente el triángulo pensamiento-lenguaje-emoción.


Es decir, que nuestra forma de comunicarnos, tanto con nosotros mismos como con nuestro entorno, condiciona en gran medida cómo nos sentimos y cómo actuamos. Si hablamos de forma desempoderada, nos estaremos refugiando en el victimismo, en la excusa y en la queja para eludir nuestro compromiso con nosotros mismos de cara a la meta que estemos persiguiendo. De esta forma, nuestro rendimiento y desarrollo se verán mermados, lo cuál hará que no progresemos al ritmo deseado. Un ejemplo de lenguaje desempoderado es aquel basado en culpar a la suerte cuando algo no nos ha salido bien con tal de no querer afrontar que necesitamos mejorar algo. Algunos ejemplos al respecto podrían ser: "¡qué mala suerte he tenido en este examen! ¡Va y me cae justo un tema que no me había estudiado!", "Si es que todo me pasa a mí... voy a empezar la presentación en la reunión y se me acaba la batería del portátil. Justo hoy, que no traje el cargador...", "Qué mala suerte he tenido en este partido (de tenis). La última bola se ha ido por un centímetro..."


En nuestra cultura está muy arraigada la creencia de que hay que tener suerte en la vida para conseguir cosas. Yo, particularmente, no creo en la suerte, aunque sí en las casualidades y, obviamente en las circunstancias que rodean a cada persona. Para mí la suerte y las casualidades, así como las circunstancias, son cosas bien distintas.


Según la RAE, la suerte es el "encadenamiento de los sucesos, considerado como fortuito o casual". Volviendo a los ejemplos anteriores, ¿el hecho de que yo no me haya estudiado un tema para un examen, sabiendo de antemano que era posible que éste entrase, significa que la mala suerte se ha cebado conmigo? ¿Se trata de un hecho fortuito? En este caso, ¿no tendría más sentido aceptar que si yo elijo libremente descartar un tema para el examen estoy tomando una decisión que conlleva un riesgo elevado? Si tu estrategia no ha sido acertada, acéptalo, asume tu responsabilidad, aprende de lo sucedido de cara al futuro y pasa página, en lugar de mirar para otro lado.


Algo bien distinto es, bajo mi punto de vista, una casualidad. Imagina que te apuntas a una competición y no te quieres encontrar en primera ronda con alguien de tu club que siempre te gana y, muy a tu pesar, el sorteo depara que os enfrentéis en primera ronda. Creo que esto es una casualidad, ya que es un hecho fortuito, determinado por el azar.


Lo que sí existe y, por tanto, puede influir en lo que hacemos son las circunstancias. El hecho de que juegue un partido de tenis y haya mucho viento, obviamente, influye en el desarrollo del partido. Estas circunstancias me afectan a mí y al rival, por lo que dependerá de la habilidad de cada uno para adaptarse a dichas circunstancias y del punto de vista desde el que quiera ver la situación. El ex-número 1 del mundo de tenis Carlos Moyá, cuando ganó Roland Garros en 1998, dijo tras vencer en la final a su compatriota Alex Corretja que el viento le ayudó a estar aún más concentrado en el partido. Sin embargo, a su rival le incomodó tanto el viento que no fue capaz de entrar en el partido en ningún momento. A esto que hizo Moyá yo lo llamo "reconstruir" la situación, lo cuál quiere decir ver la situación desde un punto de vista constructivo.



En el ejemplo de un partido de tenis en el cual la última bola que golpeas ha botado fuera por poco, plantéate lo siguiente:


¿La bola se ha ido fuera o la has tirado fuera tú? Cuidado, porque este razonamiento no es trivial en absoluto. Si la bola ha botado fuera de los límites de la pista quizá se debe a que no la has golpeado con la fuerza requerida, porque no has ejecutado el golpe correctamente a nivel técnico o por cualquier otra razón. En cualquier caso, el responsable de que esa bola haya botado fuera eres tú, ya que tú la has mandado ahí. No es necesario martirizarse por ello, sino simplemente aceptarlo, aprender de ello y seguir adelante.


Además, ¿hasta qué punto tiene sentido tener en cuenta un único punto cuando en un partido se disputan cientos de puntos?. Es importante que tú mism@, con la ayuda de tu entrenador y/o coach, si cuentas con uno, reflexiones y analices todo esto para extraer un aprendizaje que te permita mejorar. Si le echas la culpa a la mala suerte, no te librarás de la tensión emocional, tristeza, enfado, etc que estés sintiendo, ya que en tu fuero interno sabrás que te estás engañando a ti mism@.


Mis recomendaciones en relación a esto son:


1. Expresa tu apoyo a otros que vayan a afrontar una situación importante para ell@s en términos de ánimo, disfrute o éxito, no suerte:


En lugar de decir "¡suerte!", ¿por qué no probar a decir "¡ánimo!", "¡éxito!" o "¡que vaya bien!"?. La justificación de esto es que si transmitimos a la persona que está a punto de hacer un examen, afrontar una reunión importante o jugar una competición que el éxito en la tarea dependerá de la suerte que tenga, ¿de qué forma le va a condicionar esto? Seguramente, cuando surja algún contratiempo o dificultad, empezará a pensar que está teniendo mala suerte, en lugar de asumir su compromiso y focalizar en buscar soluciones.


En cuanto al disfrute, me remito a las palabras de ánimo que solía utilizar Johan Cruyff cuando era entrenador del FC Barcelona: "Salid y disfrutad". En palabras del propio ex-técnico culé, "nunca sabes si vas a jugar bien o mal, pero siempre se puede disfrutar. Después ya veremos si se ha jugado bien o mal, pero si haces todo lo posible y vas al 100%, ¿qué más se puede pedir? Si juegas una final de la Champions y no disfrutas, estás loco perdido". Esto tiene todo el sentido, teniendo en cuenta que estas palabras transmiten calma y seguridad a los jugadores y les resta presión, ayudándoles a estar más sueltos y con mayor fluidez.


2. Elimina la palabra suerte de tu vocabulario. Cuanto más la digas, más se instaurará la creencia de que tienes mala suerte, lo cuál irá en tu propio perjuicio porque te condicionará en todo lo que hagas. Si las circunstancias no te acompañan en un momento puntual, puede que te frustres un poco, pero mi consejo es que cambies tu postura corporal para desconectar de los posibles pensamientos que te puedan surgir. Deja esos pensamientos apartados, como "en espera" y continúa en el presente, empleando toda tu energía en buscar soluciones.


3. Acostúmbrate a hablar en primera persona. De esta forma adquirirás un verdadero compromiso contigo mismo y serás consecuente con tus acciones. Por ejemplo, en vez de decir "se ha quedado la bola en la red", cámbialo a "he tirado la bola a la red". A continuación, analiza por qué ha sucedido esto y busca soluciones: "he tirado la bola a la red porque no he flexionado las rodillas lo suficiente".


4. Como decía el maestro Yoda, de Star Wars, "Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes". Recuerda que somos lo que decimos. Si dices que lo vas a intentar, tu cuerpo se pondrá en modo ahorro de energía (es un mecanismo de supervivencia primitivo) y no llegarás a emplear el 100% en conseguir tu meta. En lugar de esto, prueba a decir "voy a hacer todo lo que esté en mi mano". Ten en cuenta que esto no te asegurará el logro del objetivo, ya que esto también dependerá de otras circunstancias (el rival, tu estado físico, etc), pero harás que aflore tu talento y lograrás la paz interior de saber que lo has dado todo. Además, ¡disfrutarás más haciéndolo!



Espero que hayas disfrutado de esta lectura y que te haya servido.


¡Seguimos avanzando!

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